Doce prominentes nazis fueron sentenciados a muerte. La mayoría de los acusados admitieron haber cometido los crímenes de los que se les acusaba, aunque la mayoría declaró que sencillamente seguían órdenes de una autoridad superior. Quienes estuvieron involucrados directamente en los asesinatos recibieron las sentencias más severas. Otras personas que desempeñaron papeles clave en el Holocausto, incluidos funcionarios gubernamentales de alto rango y ejecutivos empresariales que utilizaron a los prisioneros de los campos de concentración para realizar trabajos forzados, recibieron sentencias cortas o ningún tipo de castigo.
La autoridad más alta de los nazis, la persona con mayor culpabilidad por el Holocausto, no estaba en los juicios. Adolf Hitler se había suicidado durante los últimos días de la guerra, al igual que lo hicieron varios de sus asistentes más cercanos. Muchos otros criminales nunca fueron a juicio. Algunos huyeron de Alemania al extranjero y varios cientos llegaron a Estados Unidos.
Los juicios a los nazis continuaron en Alemania y en otros países. Simon Wiesenthal, un cazador de nazis, ubicó a Adolf Eichmann en Argentina. Eichmann, que había ayudado en la planificación y la realización de las deportaciones de millones de judíos, fue llevado a juicio a Israel. El testimonio de los cientos de testigos, muchos de ellos sobrevivientes, fue seguido en todo el mundo. Eichmann fue hallado culpable y fue ejecutado en 1962.
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