lunes, 23 de junio de 2014

             LA BANDERA REPUBLICANA Y LA ROJIGUALDA


banderaHISTORIA DE LA TRICOLOR: UNA BANDERA DEL PUEBLO

Por Margarita Márquez Padorno

La historia de la bandera tricolor responde a un sentimiento esencialmente popular. Heredada a través de una decisión fugaz en el trienio liberal sobre el espíritu comunero castellano, la voluntad del pueblo fue la encargada de llevarla a los mástiles oficiales de la II República en un arranque improvisado de diferenciar al nuevo régimen que comenzaba tras las votaciones del 12 de abril en sus símbolos más necesarios.

La unión del rojo, el amarillo y el morado en tres franjas de igual tamaño se hace oficial en el decreto de 27 de abril de 1931 y es refrendada con la elevación a artículo en la Constitución Republicana de 9 de diciembre de ese mismo año. En dicho decreto se aclara la inclusión del color castellano a los tradicionales catalano-aragoneses: "Hoy se pliega la bandera adoptada como nacional a mediados del siglo XIX. De ella se conservan los dos colores y se le añade un tercero que la tradición admite por insignia de una región ilustre, nervio de la nacionalidad, con lo que el emblema de la República, así formado, resume más acertadamente la armonía de una gran España".

Para averiguar los orígenes de esta nueva enseña, hemos de remontarnos a 1820. En ese año el General Riego tras "reproclamar" la constitución de Cádiz en Cabezas de San Juan provoca durante un breve lapso de tiempo - apenas tres años- la apertura liberal del gobierno de Fernando VII. Durante este periodo se funda la Milicia Nacional a la que se le asignan banderas moradas con el escudo de Castilla y León. Poco duró dicha divisa pues ese mismo año es sustituida por otra rojigualda con el lema Constitución en su franja central.

En 1823 el regreso de Fernando VII al Absolutismo acabaría también con la propia Milicia Nacional. En 1843 bajo el reinado de Isabel II se decretó por primera vez, el 13 de octubre, la unificación de la bandera de España. En dicho decreto regulador se permite a los regimientos que antes tuvieran banderas moradas el uso de tres corbatas (corbatas son los cordones que cuelgan de los extremos superiores de las banderas) con los colores rojo, amarillo y morada. Es éste el verdadero antecedente de la actual tricolor.

Tras el destierro de Isabel II, el Gobierno Provisional cambia el escudo monárquico sustituyendo en él a la corona real por la mural y añade las columnas de Hércules. Ambos símbolos los heredará el escudo que adorne la bandera tricolor en la Segunda República. El breve reinado de Amadeo I de Saboya concluyó con la proclamación de la Primera República. La bandera proyectada durante este régimen emulaba los colores revolucionarios de Francia: el rojo, el blanco y el azul. Modificación que no se llevó a cabo por su corta duración y, con la restauración Canovista, la bandera recupera sus elementos de 1843.

Es en esta etapa (1875-1930) cuando el Partido Federal adopta los colores de la Milicia Nacional de 1820 como símbolo de la facción antidinástica y rechazo al sistema establecido. Comienza a verse la bandera tricolor en casinos, periódicos y centros de adscripción republicana. Y es tal el fuerte vínculo de estos colores con la idea de República, de cambio y de progreso, durante los reinados de Alfonso XII, Alfonso XIII, la regencia de María Cristina y las Dictaduras de Primo de rivera y Berenguer, que, en un arranque de espontaneidad, una vez conocidos los primeros resultados de las votaciones del 12 de abril de 1931, especialmente en Madrid el pueblo se echó a la calle portando insignias, escarapelas y banderas con los tres colores de la República.

El decreto y el artículo mencionados al comienzo de este pequeño relato no fueron más que el refrendo oficial a un sentir popular. La bandera, hija del pueblo español ondeó desde abril 1931 en los mástiles oficiales, en el ejército y en nuestras embajadas y consulados por todo el mundo. Para ella se adaptó el escudo que en 1868 eligió el Gobierno Provisional: cuartelado de Castilla, León, Aragón y Navarra con la Granada en punta, timbrado por corona mural y entre las dos columnas de Hércules. Como novedad destaca su menor tamaños -1 m x 1 m -, la misma medida para las tres franjas y los flecos dorados en el contorno de las pertenecientes al ejército.

Poco tiempo ondeó libre esta bandera: días después del 18 de julio de 1936 fue sustituida por otras divisas y apenas sobrevivió ahogada en la contienda. En el bando leal las milicias prefirieron casi siempre banderas rojas o rojinegras adornadas con emblemas partidistas: hoces y martillos, puños cerrados y otros símbolos que arrinconaron también al escudo oficial. A pesar de que gracias a la creación del ejército popular volvió a reglamentarse como única la tricolor, en la práctica, la proliferación de banderas propias por parte de las distintas unidades hizo que no hubiera nunca más una enseña oficial.

El bando rebelde tuvo en sus inicios a la tricolor como bandera, pero a partir de agosto se restablecía la rojigualda anterior a 1931. El no disponer de banderas propias y tener que cubrir improvisadamente de rojo la franja morada (cosida o pintada) dio lugar a curiosas insignias rojigualdas con franjas de la misma anchura y escudo republicano en su centro. En febrero de 1938 se cambió el escudo por el de los "Reyes Católicos" que no era otro que el republicano con la corona real y sobre el pecho del águila negra de San Juan. 

Herencia de Castilla, de los seguidores de Riego, del trienio federal y los liberales y, sobre todo, del sentimiento del pueblo español, la bandera tricolor pesa más en los corazones que en la historia. La fidelidad a ella ha sido y es un símbolo de fe y de esperanza hacia un futuro más utópico que real. Sin tiempo para consolidarse como símbolo de un estado, sus colores acogen a un pueblo que se quedó sin patria y sin referencias cuando ahogaron, junto al morado de su tercera franja el progreso, la igualdad y las libertades que representaban. 







LA BANDERA ROJIGUALDA Y SU CONEXIÓN HISTÓRICA CON EL FRANQUISMO

Hoy en día hay una pregunta que se cuestiona muchas veces en la calle: ¿Por qué se llaman fachas a quienes utilizan la bandera rojigualda?. 

Lo primero que debemos saber, es que la bandera rojigualda representa en España la hegemonía de los borbones desde hace cientos de años, pero fue en el año 1785 cuando se aprobó utilizar las tres franjas: roja, amarilla y roja, por un decreto firmado por el rey Carlos III. Durante la primera República (1873-1874) una comisión del Ayuntamiento popular de Madrid presentó una proposición a las Cortes Constituyentes para que adoptasen por bandera nacional la tricolor de faja morada, propuesta que fue rechazada, por lo que la roja y gualda siguió siendo la bandera representativa incluso durante el efímero periodo republicano.

Tendría que llegar la Segunda República (1931-1939) para que se oficiase un cambio en los colores de la bandera nacional. En este sentido, se aprobó por un decreto del Gobierno Provisional de la República con fecha 27 de abril de 1931, que la bandera nacional llevaría tres colores: rojo, amarillo y morado. A esta bandera que se la conocería popularmente como "tricolor".

El origen de la franja morada en la bandera republicana, tiene varias teorías: algunas personas aluden este color a la bandera bordada en Granada por la heroína Mariana Pineda, otras consideran que el cambio se debe al pendón morado de Castilla. Finalmente existe una creencia que afirma que la tricolor venía influenciada por la tríada jacobina de la Revolución Francesa, con el lema: "Libertad, Igualdad, Fraternidad". Es difícil, decidirse por una teoría o por otra, porque todas podrían ser factibles. Lo cierto es que la tricolor, es una bandera que tiene las raíces en el propio pueblo y en sus conquistas sociales hacia los poderes fácticos que lo dominan y esclavizan.

Al pueblo español le duró poco la libertad y la democracia. Una conspiración sediciosa contra el gobierno legítimo de la república, iniciada a través de un golpe militar fascista el 18 de julio de 1936, restituiría la bandera rojigualda como símbolo patriótico y sustituiría a la bandera republicana. La conexión histórica de la bandera rojigualda con el franquismo, tiene su origen el mismo 18 de julio de 1936, cuando un golpe militar fascista liderado por el general Franco derrocó mediante las armas al gobierno democrático de la República. El ejercito franquista utilizaría la mencionada bandera rojigualada como símbolo patriótico de “Una, Grande y Libre”.

Ese trozo de tela, durante muchos años fue el estandarte del sistema represivo franquista y de la dictadura. En nombre de esa bandera, se perpetraron muchos crímenes, entre ellos cientos de miles de personas -en su mayoría civiles- que serían asesinadas y estuvieron represaliadas de la sociedad durante más de cuarenta años. La apropiación de esta bandera para defender los ideales fascistas y del nacionalcatolicismo, se utilizaron como arma arrojadiza para asesinar, encarcelar y humillar a personas con distintos ideales políticos, sobre todo republicanos. Fue tanto el dolor causado bajo esta bandera, que no resulta extraño que la rojigualda se ganase una fuerte hostilidad hacía su significado y lo que representa.

Hay que recordar, que las multas durante el franquismo fueron múltiples y las causas también, por ejemplo; el día del Corpus era obligatorio engalonar los balcones y terrazas con la bandera rojigualda, no hacerlo conllevaba multas de hasta 500 pesetas por parte de las autoridades. De la misma forma, negarse a pagar el Auxilio Social, el llamado Plato Único, la Ficha Azul, no hacer el saludo fascista cuando se tocaba el Himno Nacional, pasear por zonas prohibidas, blasfemar contra Dios, injuriar a Franco o al Movimiento Nacional, no cerrar el comercio durante una procesión o no enseñar religión en la escuela, eran motivos de sanción y una fuerte represión.

Al contrarío que lo que ocurre con la bandera rojigualda, la bandera republicana o tricolor, supuso un anhelo de libertad, de esperanza y de ilusión para un pueblo que vivía bajo la opresión, el analfabetismo y la pobreza. La bandera republicana aún siendo relegada en España, fue mantenida oficialmente desde el Gobierno de la II República en el exilio y se convirtió en el buque insignia de la lucha y la resistencia antifranquista.

El ser humano nace libre y todo lo que sean imposiciones polarizan una respuesta negativa, si bien es cierto que los símbolos comunican y las ideas se defienden; la bandera rojigualda todavía inspira el terror por las atrocidades cometidas en su nombre. Por esa razón, se le ha colocado históricamente el San Benito de ser "facha", por ser utilizada por los fascistas, los católicos, los monárquicos o los derechistas. Por ello, un importante sector de nuestra población no se identifica con ella o le da vergüenza decir un ¡Viva España!.

Lo más curioso de todo, es que la bandera rojigualda continuó ondeando después de la muerte del dictador Franco, porque vino incluida en el lote de las imposiciones aprobadas en el referéndum de 6 de diciembre de 1978; dónde no se le preguntó al pueblo si quería una República o una Monarquía. De esta forma, la bandera rojigualda incomprensiblemente seguía luciendo el "aguilucho" de San Juan, símbolo utilizado por el régimen de Franco hasta el 5 de octubre de 1981, fecha en la cual se sustituiría por la actual bandera del Reino de España con el escudo de los borbones. Si bien los anagramas son diferentes respecto a la bandera franquista; los colores rojo y gualda permanecen y continúan asociados al franquismo.

Para cualquier persona del mundo, el ser portador de símbolos patrios se significa como motivo de orgullo y de admiración a la tierra a la que uno pertenece o ha nacido; sin embargo, en España esto no sucede. En muchas ocasiones observamos que los ciudadanos prefieren utilizar las banderas de sus comunidades autónomas o de sus respectivos municipios, antes que la bandera rojigualda. Por otro lado, resulta significativo, que en la mayoría de las manifestaciones que reivindican cambios en la sociedad ondean banderas tricolores republicanas. Evidentemente los valores republicanos son más democráticos que los valores monárquicos, por mucha monarquía parlamentaria que nos quieran vender.

Hoy en día, son los políticos y sus comportamientos corruptos y faltos de toda ética democrática, quienes más promueven el desprecio a los actuales símbolos del Reino de España. En mi opinión, los ciudadanos deberían de tener la oportunidad de elegir la bandera que mejor represente la voluntad popular de un país. Mientras no se establezca un consenso político y social, España seguirá huérfana en una guerra de símbolos patrios, donde la bandera tricolor gana cada día más adeptos, tal vez porque simboliza mejor que otras, la unión en la reivindicación de las conquistas sociales y los anhelos de un estado de bienestar más digno y democrático.

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