sábado, 31 de mayo de 2014

AUSCHWITZ (Arbeit Macht Frei)

AUSCHWITZ CAMPO DE CONCENTACIÓN.

A finales de marzo en 1940, Alemania dio la orden de edificar el que posteriormente sería uno de los campos de concentración más tristemente conocidos

Cientos y cientos de emplazamientos recuerdan en la actualidad el ultraje realizado por los nazis a lo largo de todo el mundo. Sin embargo, pocos son más tristemente conocidos que el campo de concentración y exterminio de Auschwitz, el lugar en el que los seguidores de Hitler acabaron con la vida de millones de personas.
Edificado en la población de Osweicim, ubicada aproximadamente a 60 kilómetros de Cracovia, Auschwitz tiene el vergonzoso orgullo de ser uno de los campos de concentración nazis en los que más personas fallecieron -entre un millón y un millón y medio de judíos, gitanos y todo tipo de enemigos del Führer-. Hoy en día, en cambio, se alza como un monumento para evitar que las atrocidades que allí se sucedieron caigan en el olvido.

Orígenes y finalidad de Auschwitz

El objetivo de crear un campo en Polonia nació tras la toma de este país por el ejército nazi. Concretamente, se produjo poco después de que Hitler, obsesionado con «germanizar» el territorio conquistado, diera la orden de confinar a todos los judíos en guetos de los que no pudieran escapar. Esta idea, unida a la necesidad de contar con un campo de concentración para someter y aterrorizar a la población local, fue el pistoletazo de salida para la formación de Auschwitz.
Sin embargo, la finalidad de este centro no fue en un comienzo la de servir de mazmorra permanente para la población polaca. «En un principio, Auschwitz había sido concebido como una prisión de tránsito (…) donde mantener a los prisioneros antes de enviarlos a otro recinto del Reich; pero apenas bastaron unos días para que quedase claro que funcionaría como un lugar de encarcelamiento más», determina el historiador Laurence Rees en su libro «Auschwitz».
Con la decisión tomada, en junio 1940 llegaron los primeros prisioneros al terreno en el que, meses más tarde, se alzaría esta aberración nazi. Su objetivo, como no podía ser de otra forma, era construir el campo de concentración partiendo de unos sucios e infectados barracones abandonados años antes por el ejército. Así, bajo unas condiciones deplorables y siendo maltratados por los oficiales alemanes, cientos de «enemigos de Hitler» dieron comienzo a las labores de construcción.
Pocos meses después, ya había establecidas muchas de las estructuras necesarias para la vida en el campo y la cúpula del nazismo ya había seleccionado a un oficial para encargarse de Auschwitz: Rudolf Hess. Entre estas primeras edificaciones, destacó por encima del resto el denominado Bloque 11, un edificio en el que se administraban los castigos y se llevaban a cabo las torturas a los prisioneros.

Comienzan los asesinatos

No obstante, la cantidad de detenciones de judíos llevadas a cabo por el ejército nazi no paraba de aumentar, por lo que, apenas un año después (en 1941), el líder de las SS Heinrich Himmler planteó a Hoess la necesidad de crear un nuevo campo de concentración en el que ubicar a los nuevos presos. De esta forma, se inició la construcción deAuschwitz-Birkenau, un centro situado a tres kilómetros del campo principal.
Este lugar, el más conocido en la actualidad, es en el que los alemanes comenzarían la que denominaron como la «solución final», el asesinato indiscriminado de hombres, mujeres y niños judíos con la única finalidad de eliminar esta raza de la faz de la tierra. A partir de ese momento fue cuando se inició el auténtico infierno de Auschwitz.
Auschwitz, el campo de exterminio que enorgullecía al nazismo
Himmler en Auschwitz
Tras la aprobación de la «solución final» todo se tornó negro para las miles de personas encerradas en el campo de concentración. De hecho, en Auschwitz vivían en condiciones infrahumanas nada menos que 100.000 prisioneros (unos 744 por barracón, cuando lo normal era un cuarto de esta cantidad).
Las condiciones de insalubridad (los prisioneros podían ducharse, con suerte, una vez a la semana tras multitud de horas de trabajo) se sumaban a la precaria situación del campo, construido encima de un pantano. Esto hacía que, muy a menudo, el tifus asolara los barracones acabando con toda forma de vida. Pero a lo que más miedo tenían los prisioneros, por encima de a las enfermedades, era a los crueles oficiales de las SS, quienes no tenían reparos en mandar a miles de personas a las recién construidas cámaras de gas.
Así, pronto comenzaron a llegar a la estación de Auschwitz-Birkenau los primeros trenes cargados de judíos. Allí, justo al bajar del transporte, los nazis los dividían en dos grupos: mujeres, niños, ancianos e incapacitados a la derecha; hombres y mujeres fuertes a la izquierda. El primer grupo era conducido directamente a las cámaras de gas, donde los alemanes hacían entrar a la muchedumbre bajo la promesa de una ducha caliente. Por su parte, el resto eran dirigidos al campo, donde eran tratados como esclavos.

Llegada de Mengele

Sin embargo, el verdadero mal llegaría a Auschwitz bajo el nombre de Josef Mengele, un cruel doctor alemán que vio en los prisioneros del campo unos sujetos perfectos para llevar a cabo sus crueles experimentos. «Cuando llegó Mengele, en mayo de 1943, Auschwitz estaba abarrotado con más de 140.000 prisioneros y se extendía por kilómetros en todas direcciones», determinan Geral L. Posner y John Ware en su obra «Mengele. El médico de los experimentos de Hitler».
Según cuentan los supervivientes, la crueldad de este doctor era tal que disfrutaba acudiendo a la estación de tren cuando llegaba un transporte para, además de decidir quien vivía y quien moría como experto médico, buscar cobayas humanas para sus pruebas. Entre sus sujetos de experimentación predilectos se encontraban los gemelos de corta edad, a los que sometía a todo tipo de vejaciones.

Liberación del campo

En cambio, todo cambiaría para los nazis cuando supieron que el ejército ruso avanzaba a pasos agigantados hacia Polonia para liberar Auschwitz. Conocedores de los crímenes que habían cometido, el miedo les llevó a volar los crematorios en los que, al día, se habían llegado incluso a quemar 10.000 cuerpos.
A su vez, se deshicieron de toda la documentación existente sobre la ingente cantidad de muertos. Finalmente, abandonaron Auschwitz el 18 de enero de 1944. Sólo nueve días después, las tropas rusas liberaron a los pocos prisioneros que los alemanes no habían asesinado o se habían llevado con ellos.

CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN

CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN (Alemania 1989)


El muro de Berlín, bautizado oficialmente como “Muro de Protección Antifascista” por la República socialista Democrática Alemana o RDA, fue erigido el 13 de agosto de 1961 por el bloque soviético presuntamente para proteger a su población de supuestos elementos fascistas que pudieran conspirar para evitar la voluntad popular de construir un estado socialista en Alemania del Este.
Pero la verdadera razón fue otra. Hasta ese día, casi tres millones de alemanes del Este habían abandonado el Estado comunista para refugiarse en la República Federal Alemana, una huida masiva que resultaba verdaderamente insoportable para los comunistas, ya que afectaba gravemente a las estructuras social y económica de la RDA por un doble motivo: por la sangría demográfica que suponía y porque, en general, quienes abandonaban el país eran los profesionales más cualificados.
Muro de Berlín

El muro, uno de los símbolos más patentes de la denominada “Guerra Fría”, el conflicto no declarado entre Estados Unidos y la Unión Soviética que dividió política y económica en dos grandes bloques al mundo entero, se extendió a lo largo de 45 kilómetros, dividiendo a la ciudad de Berlín en dos partes, además de 115 kilómetros que separaban a la parte occidental de la ciudad del territorio de la RDA. Su pared medía más de cinco metros de altura y estaba coronada por un tubo de 40 centímetros de diámetro que impedía aún más la posibilidad de atravesarla. Aparte de ello, existía la llamada “franja de la muerte” o tierra de nadie, un área de aproximadamente dos metros de anchura, limitada por una verja de dos metros de altura que, en algunos tramos, estaba minada y electrificada y se encontraba permanentemente vigilada por soldados armados y perros adiestrados.
En la práctica el muro, que comenzó a ser llamado “el muro de la vergüenza” por los propios alemanes, dividió a Alemania en dos partes, separando a la RDA de la República Federal Alemana, obligando a los alemanes que quedaron en la Alemania del Este a vivir bajo un férreo y opresor sistema socialista, impidiéndoles de paso que pudieran transitar libremente hacia Occidente.
Por supuesto, desde el momento mismo de su ominosa inauguración, muchos alemanes que querían buscar la libertad en el “otro lado” intentaron sortear el muro y cruzar a la Alemania Occidental, eludiendo la dura vigilancia de los guardias fronterizos de la RDA. Y no fueron pocos los que murieron en el intento. El número exacto de víctimas todavía no está del todo claro, pero la Fiscalía de Berlín considera que el saldo total fue de 270 personas, incluyendo 33 alemanes que fallecieron como consecuencia de la detonación de minas. Estas muertes, al cabo, sólo endurecieron la radical prohibición de cruzar el muro impuesta a los oprimidos alemanes orientales.
Se desploma el “muro de la vergüenza”
Después de 28 años de oprobio, las políticas reformistas impulsadas desde mediados de la década de 1980 en la Unión Soviética por el líder soviético Mijail Gorbachov se tradujeron en la decisión de abrir poco a poco las fronteras de la República Democrática Alemana. El 9 de noviembre de 1989, finalmente, y después de una breve conferencia de prensa realizada por el jefe de prensa del Partido Comunista oriental, se anunció, visado mediante, la libertad para viajar hacia la otra Alemania o a cualquier parte del mundo, elecciones libres y la configuración de un Nuevo Gobierno. Ello pareció anunciar por fin el desmoronamiento de la aterradora estructura de hierro, cemento y alambre que por casi tres décadas aisló brutalmente a todo un pueblo.
Los alemanes del este reaccionaron de inmediato. Miles de berlineses, tanto del lado oriental como occidental, se aglomeraron frente al muro y sus barreras fronterizas tomando parte ese mismo día en una de las acciones político-sociales más relevantes del siglo XX: la caída del muro de Berlín.
Muchos jóvenes alemanes orientales, con pequeñas mochilas al hombro, vacilaron antes de saltar el Muro. Una hora antes, sólo aventurarse cerca de la barrera habría significado la muerte inmediata. Pero ahora muchas manos desde el otro lado se extendieron para ayudarlos. Como tantos otros, esa larga noche del jueves 9 de noviembre, saltaron finalmente las barreras que fueron completamente inútiles, paseándose felices por las iluminadas calles de Berlín Occidental.
Otros, en tanto, con martillos e improvisadas picas en las manos, compartieron desde arriba del muro la alegría de derribarlo trozo a trozo, muy cerca de la imponente puerta de Brandenburgo. Desde lejos los sombríos policías de la ex RDA observaban recelosos, pero por el otro lado los improvisados anfitriones occidentales se fundieron en un emocionado abrazo con sus visitantes. El canciller de Alemania Federal, habiendo interrumpido abruptamente su viaje a Polonia, acompañado de Willy Brandt y otras personalidades, se mezclaron con la multitud para dar la bienvenida a los recién llegados.
La acelerada desintegración del aparato político de la Alemania Oriental, primero a las órdenes del anciano Erich Honecker –quien se refugiaría posteriormente en Chile con su esposa e hija- y luego de Egon Kretz, sólo fue el preludio de un gigantesco desbande. Desde Leipzig hasta Dresde, más de un millón de alemanes se movilizaron exigiendo libertad de expresión y movimiento, liberalismo político, cese de discriminaciones y privilegios y el reconocimiento oficial de los representantes de los partidos políticos de oposición. El socialismo soviético había caído y, con él, su “muro de la vergüenza”.

viernes, 30 de mayo de 2014

Programas electorales, partidos españoles.

Programa electoral de cada partido español.



Los talibanes en Afganistán

       A fines de septiembre de 1996 Afganistán volvió a ocupar, por primera vez después de la década de los ’80, las primeras planas de los grandes periódicos. Una guerrilla fundamentalista musulmana conocida como Talibán (estudiantes del Corán) avanzó entonces sobre Kabul, derrocando al gobierno de Burhanuddin Rabbani y colgando de un semáforo, junto con su hermano, que había sido respaldado por la ocupación soviética hasta la retirada del Ejército Rojo en 1989.
Además de esto, los Talibán impusieron a la población un régimen basado en una interpretación ultra-ortodoxa de la legislación religiosa islámica o sharia. Bajo la amenaza de los fusiles talibán, los afganos se ven obligados a ir a rezar cinco veces por día a las mezquitas, y las mujeres, cubiertas de pies a cabeza por el también obligatorio hejab o velo, no sólo han tenido que abandonar sus trabajos y estudios (actividades que los Talibán prohíben a las mujeres) sino que incluso se han recluido por la fuerza en sus casas, de las que sólo pueden salir si las acompaña un pariente varón consanguíneo (que está obligado a llevar una larga barba, a riesgo de ser azotado).
En palabras del nuevo Ministro de Educación afgano Said Ghaissudin, "tener una mujer es como tener una flor, se le agrega agua y se la mantiene en casa para que uno la vea y la huela; no debe estar fuera de la casa para que otros la huelan". Sin embargo, el trato que estos extremistas de la ‘floricultura’ dan a las mujeres cuando faltan a sus "deberes" no hay flor que lo resista .
Siempre con el Corán en la mano, los talibán castigan también a los bebedores, a los consumidores de cualquier droga, a los narcotraficantes, a los "corruptos" y a los adúlteros. Estos últimos tienen un estatus especial: en vez de ahorcarlos, los apedrean. Los que no rezan a las horas preestablecidas son golpeados con fusiles; a los ladrones se les cortan dedos o manos enteras.
La prohibición de que las mujeres trabajen tiene un efecto tanto peor cuanto que, después de más de quince años de guerra ininterrumpida, muchas mujeres son el único sostén económico de sus hijos, ya porque sus maridos murieron o están lisiados a consecuencia de la guerra, ya porque integran alguna de las diez o doce milicias islámicas que se disputan el país.
También a causa de esto, en casi todas las actividades civiles (producción, salud, administración, educación, etc.) las mujeres tienen una presencia importante y a veces son mayoría. La prohibición prácticamente vació los hospitales y las escuelas de Kabul, donde muchas mujeres trabajaban como médicas, maestras y enfermeras.
  
Las restricciones y maltratos contra las mujeres por parte de los talibán incluyen:
1- Completa prohibición del trabajo femenino fuera de sus hogares, que igualmente se aplica a profesoras, ingenieras y demás profesionales. Sólo unas pocas doctoras y enfermeras tienen permitido trabajar en algunos hospitales en Kabul.
2- Completa prohibición de cualquier tipo de actividad de las mujeres fuera de casa a no ser que sea acompañadas de su mahram (parentesco cercano masculino como padre, hermano o marido).
3- Prohibición a las mujeres de cerrar tratos con comerciantes masculinos.
4- Prohibición a las mujeres de ser tratadas por doctores masculinos.
5- Prohibición a las mujeres de estudiar en escuelas, universidades o cualquier otra institución educativa (los talibán han convertido las escuelas para chicas en seminarios religiosos).
6- Requerimiento para las mujeres para llevar un largo velo (burka), que las cubre de la cabeza a los pies.
7- Azotes, palizas y abusos verbales contra las mujeres que no vistan acorde con las reglas talibán o contra las mujeres que no vayan acompañadas de su mahram.
8- Azotes en público contra aquellas mujeres que no oculten sus tobillos.
9- Lapidación pública contra las mujeres acusadas de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio (un gran número de amantes son lapidados hasta la muerte bajo esta regla).
10- Prohibición del uso de cosméticos (a muchas mujeres con las uñas pintadas les han sido amputados los dedos).
11- Prohibición a las mujeres de hablar o estrechar las manos a varones que no sean mahram.
12- Prohibición a las mujeres de reír en voz alta (ningún extraño debe oír la voz de una mujer).
13- Prohibición a las mujeres de llevar zapatos con tacones, que pueden producir sonido al caminar (un varón no puede oír los pasos de una mujer).
14- Prohibición a las mujeres para subir a un taxi sin su mahram.
15- Prohibición a las mujeres de tener presencia en la radio, la televisión o reuniones públicas de cualquier tipo.
16- Prohibición a las mujeres de practicar deportes o entrar en cualquier centro o club deportivo.
17- Prohibición a las mujeres de montar en bicicleta o motocicletas, aunque sea con sus mahrams.
18- Prohibición a las mujeres de llevar indumentarias de colores vistosos. En términos de los talibán, se trata de "colores sexualmente atractivos".
19- Prohibición a las mujeres de reunirse con motivo de festividades como el Eids cono propósitos recreativos.
20- Prohibición a las mujeres de lavar ropa en los ríos o plazas públicas.
21- Modificación de toda la nomenclatura de calles y plazas que incluyan la palabra "mujer". Por ejemplo, el "Jardín de las Mujeres"se llama ahora "Jardín de la Primavera".
22- Prohibición a las mujeres de asomarse a los balcones de sus pisos o casas.
23- Opacidad obligatoria de todas las ventanas, para que las mujeres no puedan ser vistas desde fuera de sus hogares.
24- Prohibición a los sastres de tomar medidas a las mujeres y coser ropa femenina.
25- Prohibición del acceso de las mujeres a los baños públicos.
26- Prohibición a las mujeres y a los hombres de viajar en el mismo autobús. Los autobuses se dividen ahora en "sólo hombres" o "sólo mujeres".
27- Prohibición de pantalones acampanados, aunque se lleven bajo el burka.
28- Prohibición de fotografiar o desfilar a mujeres.
29- Prohibición de imágenes de mujeres impresas en revistas y libros, o colgadas en los muros de casas y tiendas.
Aparte de las anteriores restricciones a las mujeres, los talibán también:
- Prohíben escuchar música, no sólo a mujeres sino también a los hombres.
- Prohíben ver películas, televisión y videos, a todas las personas.
- Prohíben celebrar el tradicional año nuevo (Nowroz) el 21 de marzo. Los talibán han proclamado que esa festividad es pagana.
- Han ordenado que toda aquella persona con nombre no islámico se lo cambie.
- Obligan a la juventud afgana a raparse el pelo.
- Ordenan que los varones vistan indumentaria islámica y lleven gorra.
- Ordenan que los hombres no se afeiten o recorten sus barbas, que deben crecer lo bastante como para caber en un puño bajo la barbilla.
- Ordenan que todo el mundo acuda a las oraciones en las mezquitas cinco veces al día.
- Prohíben el cuidado de pichones y el adiestramiento de aves, describiéndolas como actividades no-islámicas. Quienes violan esta norma son encarcelados y los pájaros deben morir. El vuelo de cometas (volantines) también ha sido vetado.
- Obligan a todos los espectadores, cuando animan a deportistas, a cantar Allah-u-Akbar (Dios es grande) dando aplausos.

jueves, 29 de mayo de 2014

La vida de los talibanes

LA VIDA DE LOS TALIBANES.
                                      La vida de las mujeres talibanas:
Tenían prohibido consultar a un médico varón, y las médicas no podían trabajar. Tampoco podían salir de sus casas sino estaban acompañadas por un pariente varón. Los talibanes habían prometido paz y seguridad después de dos décadas de guerra y violencia, pero lo que les dieron fue presión.
El actual gobierno había prometido construir una nación en las que se garantizara a las mujeres los derechos.  Y desde que empezó la guerra, en octubre de 2001, Estados Unidos prometió 15.000 millones de dólares para ayudar a la reconstrucción del país, pero hasta ahora sólo se distribuyó un tercio de esa cifra. Los afganos confían la seguridad a tropas extranjeras hasta que se establezca su propio ejército, y en la ayuda externa para ingresar en el siglo XXI.  Pero las mujeres han descubierto que su esperanza de un nuevo Afganitán está muy lejos.  Deben luchar contra un patriarcado de siglos, que la guerra ha arraigado, y las pocas que han logrado empezar o retomar sus carreras son voces aisladas en un mundo de hombres.

Sadam Husein.


 Sadam Husein 

Nació el 28 de abril de 1937 en Tikrit en el seno de una familia campesina parte del clan Tikriti de los musulmanes Sunnies. 

Con ausencia de padre desde los 9 meses de edad, fallecido según biógrafos oficiales o, según sus detractores, a que abandonó su hogar. 

Se crió en casa de su tío Jairalah Tulfah, un oficial del Ejército que había sido expulsado de las Fuerzas Armadas por participar en una conspiración pro-nazi en 1941. Creció en un ambiente dominado por un nacionalismo árabe profundamente anticolonialista. 

Intentó ingresar en la academia militar pero fue rechazado. En 1963 se casó con su prima, y en (1988-1989?) se casó con su segunda esposa. Es padre de dos hijos, tuvo hijas con el matrimonio con su prima y otra hija con el matrimonio de su última esposa. Hussein estudió en 1962 en la Universidad de el Cairo y después en la Universidad de Mustanseriya en Bagdad. 

Se unió al partido socialista árabe Baaz en 1957. A los 22 años intentó asesinar al primer ministro Abdul Kassem, pero fracasó. Saddam Hussein herido, se disfrazó de mujer y se trasladó a Siria en camello donde en 1962 conoció al Presidente Gamal Abdel Nasser. Cuando regresó al país en 1963, su influencia dentro del partido no dejó de crecer pasando de jefe de los servicios de seguridad a ocupar una de las secretarías adjuntas.

Tomó parte en el golpe contra el primer ministro iraquí general Kassem y en 1968 también en el golpe de Estado baazista. En el año 1979 fue el sucesor del general Ahmed Hassan al-Bakr como jefe de Estado. Laico, socialista y nacionalista, Sadam Husein logró ser uno de los hombres más poderosos del mundo árabe. Admirador de Stalin, realizó, nada más llegar a la poder, una profunda purga dentro del Baas utilizando el férreo control que ejercía sobre los servicios secretos. Las sucesivas depuraciones internas convirtieron al Baas en un apéndice de su dictadura personal. El líder iraquí fue un dictador implacable con sus enemigos durante 24 años, desde que tomara el poder en 1979. Acabó con la oposición política con métodos como la utilización de gas tóxico contra las poblaciones civiles durante una rebelión kurda. 

Lanzó una guerra contra Irán (1980-1988) al no aceptar estos darles salida al mar por Shat al Aral, guerra en la que recibe ayuda estratégica de inteligencia militar por satélite de Estados Unidos, y apoyo financiero de Kuwait y Arabia Saudita ante el temor de que Irán dominara la región a través de la religión y militarmente. Se vio obligado a firmar la paz debido al estancamiento militar. 

Invadió y se anexionó Kuwait en agosto de 1990 y a inicios de 1991 una coalición dirigida por Estados Unidos le obligó a retirarse de Kuwait durante la guerra del Golfo Pérsico. Acabó con las revueltas internas de los shiíes y kurdos de Irak a costa de cierta pérdida de control sobre el territorio del norte y sur del país. En septiembre de 1996, Estados Unidos bombardeó nuevamente Irak para castigar a Saddam por haber traspasado la línea de exclusión fijada en 1991 en el paralelo 36 para atacar a la población kurda. 

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 de Nueva York, el presidente estadounidense George W. Bush incluyó a Irak, Irán y Corea del Norte en el denominado 'eje del mal'.10 Dos años después, una coalición formada por Estados Unidos, Reino Unido, Australia y otros países atacó el país, iniciando lo que se conoció como "Invasión de Irak". El 20 de marzo de 2003, tropas aliadas lanzan los primeros ataques sobre Irak: unos 40 misiles 'Tomahawk' destrozan objetivos selectivos de la capital iraquí. Son las 05.35 de la mañana. Acaba de empezar la segunda Guerra del Golfo. Apenas 20 días después, el 9 de abril, iraquíes y estadounidenses derribaban la estatua de Husein erigida en la plaza Al-Ferdaous, junto al Hotel Palestine, en pleno centro de Bagdad. Un acto simbólico -e histórico- retransmitido en directo por las cadenas de televisión a todos los rincones del planeta como testimonio de la caída del régimen de Sadam. Los motivos esgrimidos por el entonces presidente estadounidense era que Irak poseía armas de destrucción masiva y que no había colaborado con los inspectores de la ONU. Este conflicto supuso la caída del régimen de Saddam, pero esas armas no se encontraron. 

El ex presidente iraquí Sadam Husein fue capturado el 14 de diciembre de 2003 por tropas estadounidenses en su ciudad natal de Tikrit. 

Sadam Husein fue ahorcado en Bagdad el 30 de diciembre de 2006. El que lograra ser uno de los hombres más poderosos del mundo árabe, no pudo evitar la ejecución de la condena a pena de muerte por sus crímenes contra la humanidad. 


Ejecución de Sadam.

martes, 27 de mayo de 2014

Caída del muro de Berlín


 Introducción  

La construcción del Muro de Berlín y, especialmente su caída, han formado parte de los momentos más importantes de la historia del siglo XX. Este muro dividió Berlín en dos partes durante 28 años, separando a familias y amigos.

 Antecedentes             



BerlinAl finalizar la II Guerra Mundial, tras la división de Alemania, Berlín también quedó dividida en cuatro sectores de ocupación: soviético, estadounidense, francés e inglés. Las malas relaciones entre los comunistas y los aliados fueron creciendo hasta llegar al punto en que surgieron dos monedas, dos ideales políticos y, finalmente, dos alemanias.
En 1949, los tres sectores occidentales (estadounidense, francés y británico) pasaron a llamarse República Federal Alemana (RFA) y el sector oriental (soviético) se convirtió en la República Democrática Alemana (RDA).
Berlín quedó dividida y se crearon 81 puntos de paso entre las dos zonas de la ciudad.

La construcción del muro

La maltrecha economía soviética y la floreciente Berlín occidental hicieron que hasta el año 1961 casi 3 millones de personas dejaran atrás la Alemania Oriental para adentrarse en el capitalismo.
La RDA comenzó a darse cuenta de la pérdida de población que sufría (especialmente de altos perfiles) y, la noche del 12 de agosto de 1961, decidió levantar un muro provisional y cerrar 69 puntos de control, dejando abiertos sólo 12.
A la mañana siguiente, se había colocado una alambrada provisional de 155 kilómetros que separaba las dos partes de Berlín. Los medios de transporte se vieron interrumpidos y ninguno podía cruzar de una parte a otra.
Durante los días siguientes, comenzó la construcción de un muro de ladrillo y las personas cuyas casas estaban en la línea de construcción fueron desalojadas.
Con el paso de los años, hubo muchos intentos de escape, algunos con éxito, de forma que el muro fue ampliándose hasta límites insospechados para aumentar su seguridad.

El Muro de Berlín acabó por convertirse en una pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura, con un interior formado por cables de acero para aumentar su resistencia. En la parte superior colocaron una superficie semiesférica para que nadie pudiera agarrarse a ella.
Acompañando al muro, se creó la llamada "franja de la muerte", formada por un foso, una alambrada, una carretera por la que circulaban constantemente vehículos militares, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día. Tratar de escapar era similar a jugar a la ruleta rusa con el depósito cargado de balas. Aun así, fueron muchos los que lo intentaron.
En 1975, 43 kilómetros del muro estaban acompañados de las medidas de seguridad de la franja de la muerte, y el resto estaba protegido por vallas.

Cruzando al muro

Entre 1961 y 1989 más de 5.000 personas trataron de cruzar el muro y más de 3.000 fueron detenidas. Alrededor de 100 personas murieron en el intento, la última de ellas el 5 de febrero de 1989.
En el Museo del Muro de Checkpoint Charlie se narran las historias más curiosas de cómo la gente consiguió cruzar el muro.

La caída del muro de Berlín

La caída del muro vino motivada por la apertura de fronteras entre Austria y Hungría en mayo de 1989, ya que cada vez más alemanes viajaban a Hungría para pedir asilo en las distintas embajadas de la República Federal Alemana. Este hecho, motivó enormes manifestaciones en Alexanderplatz que llevaron a que, el 9 de noviembre de 1989 el gobierno de la RDA afirmara que el paso hacia el oeste estaba permitido.
Ese mismo día, miles de personas se agolparon en los puntos de control para poder cruzar al otro lado y nadie pudo detenerlos, de forma que se produjo un éxodo masivo.
Al día siguiente, se abrieron las primeras brechas en el muro y comenzó la cuenta atrás para el final de sus días.
Una vez liberados, familias y amigos pudieron volver a verse después de 28 años de separación forzosa.

Dónde ver los restos del muro de Berlín

La parte más importante que se ha mantenido en pie se encuentra en la zona conocida como East Side Gallery. Allí se pueden recorrer 1,3 kilómetros del muro decorado con impresionantes pinturas que reflejan multitud de acontecimientos relacionados con el muro.
En la exposición denominada Topografía del Terror, situada junto a Checkpoint Charlie, también se pueden encontrar importantes restos del muro.

lunes, 26 de mayo de 2014

Saddam Hussein en Irak

    

Saddam, nacido en Tikrit al igual que el hombre con el que quería compararse, Saladino, héroe de los musulmanes durante las cruzadas, fue a vivir a Bagdad en plena efervescencia anticolonial, cuando los estudiantes y diversas organizaciones civiles y paramilitares se enfrentaban abiertamente al dominio británico.
Pronto, con apenas 20 años, se afilió al Parido Baas, un partido que se autodenominaba laico, socialista y panárabe (a pesar de que pronto se enemistó con su homónimo en Siria).
Sus actividades políticas comenzaron a tornarse más activas en 1959. Ese año él junto a otros compañeros del partido participan en un atentado contra el Primer Ministro Kassem, que había llegado al poder mediante un golpe de estado contra el Rey Faisal II.
El fracaso de esta intentona provocó el exilio del joven Hussein, que marchó a Egipto donde estudio, cuentan que bajo la protección del Presidente Nasser.
No fue hasta 1963 cuando pudo volver a Irak. Allí se había producido otro golpe militar, esta vez a manos del partido de Saddam, junto con otros grupos de parecida ideología, que había tomado el poder.
Saddam consigue entrar en la cúpula del nuevo gobierno y, desde allí, comenzó a manejar los hilos que lo llevarían hasta la presidencia. Los primeros años fueron duros para los baasistas, ya que fueron purgados de los puestos de poder y Saddam acabó en la cárcel. Sin embargo desde prisión su posición en el seno del partido se fue reforzando y cuando en el 68 el Baas, militarmente, consigue hacerse con el poder, él es nombrado vicepresidente de la nación.
Su sangrienta manera de hacer política no tarda mucho en aparecer: contra los disidentes, con purgas políticas que afectan a todos los que están en contra del régimen, y dentro del mismo partido, en el que coloca a gente de confianza, de su mismo clan, en los puestos claves. En poco tiempo se convierte en el hombre fuerte del país, aunque la Presidencia la ejerza, nominalmente, Ahmed Hassan al-Bakr.
En 1979 Hussein culmina su escalada. La dimisión de al-Bakr le abre las puertas para autonombrarse Presidente de Irak, además de acumular el resto de los cargos disponibles, como Jefe del Ejercito o Secretario General del Partido.
El régimen que instaura Saddam Hussein se basa en un liderazgo personalista al máximo, con un gran culto a su personalidad. Aunque laico, no duda en apelar al factor sunnita, rama del Islam a la que pertenecía, que en Irak es una minoría frente al chiismo. Así favorece a los sunnitas creando una auténtica red de lealtades, fortalecidas por el miedo y por la fortaleza de su clan de Tikrit.
Las purgas en sus primeras semanas en el poder son constantes. Afectan tanto a opositores como a miembros del partido o del ejercito, a los que sustituye por sus propios partidarios.
En el aspecto exterior, Saddam supo jugar perfectamente, en sus primeros años, con la geopolítica mundial de la guerra fría. Así, aunque pierde el favor de Moscú al perseguir al Partido Comunista, empieza a ganar apoyos de las potencias occidentales. La Revolución iraní jugó en este aspecto a favor del dictador, ya que pudo presentarse como el dique frente al islamismo chii que representaban los ayatolah.
En 1980 Saddam lanza su primer órdago militar: invade Irán, no sin antes haber desatado una oleada de represión contra sus conciudadanos chiies (si bien es verdad que estos estaban siendo armados por Irán de cara a enfrentarse con el gobierno iraquí).
La guerra, cruenta e interminable (8 largos años), deja bien a las claras la crueldad con la que podía actuar Saddam, así como la hipocresía de occidente. El ejercito iraquí, pertrechado por las potencias occidentales, sobre todo por los Estados Unidos y Francia, intentó una guerra relámpago contra su vecino, pero la demografía de la antigua Persia, con una población muy superior, la hizo imposible.
Ni siquiera los bombardeos con armas química, vendidas por los EE.UU a “su hombre en la zona, consiguió la rendición del gobierno de Jomeini. Aún así, demostró ser un maestro de las relaciones públicas. Por una parte consigue el apoyo de los países árabes moderados, ante los que se presenta como el representante del sunnismo ante el chiismo. Por otra parte, consigue que los Estados Unidos lo saquen de la lista de naciones que apoyaban el terrorismo y restablece las relaciones diplomáticas rotas hacía años.
Particularmente comprometida fue la visita que, en 1983, realiza Donald Rumsfeld a Bagdad, para entrevistarse con el dictador que, años después se empeñaría en derrocar y al que entonces le vendía armas químicas. Estás, además, no fueron solo utilizadas contra Irán, sino que formaron parte de la campaña contra los kurdos que emprende Saddam en 1988 y que culmina con el bombardeo con gases mostaza, sarín y otros de la localidad de Halabaj, que provocó unas 4000 bajas civiles.
A pesar de todo, Irán resiste, y se establece una especie de empate técnico: ni occidente iba a dejar de apoyar a Irak ante los Ayatolah, ni Irán caía en sus manos. Así, en 1988, agotados ambos pueblos la guerra termina, oficialmente sin vencedores ni vencidos pero con centenares de miles de muertos.
Aún así, el régimen iraquí se declaró vencedor de la contienda, un vencedor que había sufrido enormes perdidas económicas y se había endeudado hasta límites insostenibles para cualquier economía.
Por esto, Saddam volvió la mirada hacia otro lugar, Kuwait, un lugar que los iraquíes siempre habían considerado su novena provincia (no les faltaba parte de razón, ya que el emirato no era más que un ente artificial creado por las potencias coloniales y su territorio había formado parte del mismo ente durante mucho tiempo) y, por si fuera poco, un lugar repleto de lo que un pensador llamó “la maldición de los países árabes”, el petróleo.
Como antes con Irán, el dictador iraquí comenzó a preparar el terreno. Hay que tener en cuenta que Saddam pensaba, ya que hasta entonces así había sido, que los Estados Unidos no iban a enfrentarse a él (más bien al contrario) y menos por un pequeño país sin demasiada importancia.
Kuwait (que, por otra parte, había financiado generosamente la guerra contra Irán), junto con la OPEP, estaba entonces abaratando el precio del barril de petróleo a base de subir la producción. Esto le venía muy mal a los iraquíes, que sufrían, como hemos comentado, una tremenda crisis.
En 1990, Bagdad denuncia que Kuwait está sustrayendo de forma ilegal petróleo de unos pozos que amos países compartían. Más adelante, continuó con una escalada de reivindicaciones territoriales: al principio una pequeñas islas, después el emirato al completo.
Finalmente, como es bien sabido, el ejército iraquí invade Kuwait en Agosto de 1990, logrando una rápida penetración en su territorio, hasta llegar a la capital, Kuwait City.
Sin embargo, el órdago de Saddam está vez iba a salirle muy mal. Estados Unidos enseguida exige la retirada del ejercito. Los motivos de los movimientos internacionales de esos meses se confunden en un muestrario de lo que Churchill definió como política internacional: “Gran Bretaña no tiene amigos, tiene intereses”.
Lo que parece seguro, y fue publicado por la prensa norteamericana, es que Saddam pensaba que EE.UU no iba a intervenir. De hecho, una entrevista que mantuvo con la embajadora en Bagdad, le hizo pensar que esta postura era l oficial del gobierno de Washington. La verdad sobre esa entrevista quedará oculta durante mucho tiempo, si alguna vez se conoce, pero el resultado fue que Irak se lanza a la invasión sin pensar en encontrar oposición internacional.
Como hemos señalado, el Presidente estadounidense, George Bush padre, exige de inmediato la retirada y, al no ser atendida la exigencia, comienza a aglutinar un heterogéneo grupo de países aliados. Entre ellos, y quizás sea parte de la clave en la postura de los Estados Unidos dada las relaciones entre ambos estados y entre los Bush y los Saud, Arabia Saudí, que teme que la invasión sea la antesala de un ataque a su país.
Así, pocos meses después, la Operación Escudo del Desierto se pone en marcha. La impresionante maquinaria bélica que se puso en marcha desaloja en pocas jornadas al sobrevalorado ejercito iraquí y penetra en suelo de Irak. Ninguna de las bravatas de Saddam, incluido el lanzamiento de misiles contra Israel (destruidos en su gran mayoría antes de tocar el suelo), logran que su posición en Kuwait sea más fuerte.
Los ejercitos de la coalición llegan hasta las puertas de Bagdad. Sin embargo, no llegan a entrar en la capital. Por razones poco claras, el régimen de Saddam no es derrocado. Lo único que hace Estados Unidos es alentar la rebelión de los kurdos y de los chiies, esperando que sea la oposición interior la que haga el trabajo.
Ambas facciones se quejaron más tarde amargamente de haber sido manipulados. Efectivamente, cuando se produce el levantamiento en algunas provincias y esperan apoyo desde EE.UU, estos no hacen movimiento alguno, a pesar de la reacción desproporcionada del aparato represor iraquí.
A partir de ese momento, el poderío de Saddam queda muy debilitado. Durante años, y merced a una resolución de la ONU que establece zonas de exclusión aérea para los iraquíes, los gobiernos británicos y estadounidense (que habían aprovechado para instalar bases militares permanentes en los países limítrofes a Irak, como el propio Kuwait y Arabia Saudí), bombardean regularmente posiciones militares iraquíes, debilitando aún más su ejercito. De hecho podemos considerar que la zona kurda del norte del país vivía en una cuasi-independencia desde entonces.
La situación permanece en un status quo durante años. El desarme iraquí, vigilado por la ONU, va dando pasos atrás y adelante durante toda una década. Saddam continúa con sus bravatas ocasionales y trata de darle un barniz religioso a su gobierno, recuperando incluso en su bandera el lema “Ala es el más grande”, con la esperanza de ganar el apoyo de las naciones árabes.
No fue hasta la llegada de George Bush hijo, cuando la situación dio un giro. El 11S había dejado traumatizada a la potencia mundial y después de la invasión de Afganistán, los ojos de Washington se vuelven hacia el viejo enemigo.
Las causas de la fijación en esta ocasión contra Saddam son demasiado variadas para poder ser analizadas aquí. Se ha hablado de la famosa frase de Bush afirmando “es el hombre que intentó matar a mi papa” para hacer ver que la enemistad personal había influido. Igualmente parece claro el interés de los Estados Unidos por controlar el petróleo iraquí, en una época en la que dudaba del aliado saudí.
En definitiva, sabemos lo que Estados Unidos alegó para dar su ultimátum a Saddam. En un primer momento fue su posible simpatía por los movimientos islamistas internacionales, pero esto se demostró incierto en todo momento. Igualmente, esta la famosa cuestión de las armas de destrucción masiva que supuestamente Saddam atesoraba y que lo convertían en un peligro. Como sabemos, las famosas armas no solo no aparecieron, sino que algunas de las pruebas que se presentaron eran falsas y, además, la ONU (a la que se encomendó Saddam en el último momento, destruyendo incluso los pocos misiles que le quedaban) estaba inspeccionado la zona si hallar nada.
Por último, y quizás la única realidad de lo que entonces se dijo, era la cuestión de los derechos humanos. El gobierno de Saddam fue sangriento en ese tema, las minorías (y la mayoría, esto es, los chiies) fueron aplastadas y sus ataque con armas químicas durante años fueron auténticas matanzas. Sin embargo, no parece que fuera este el motivo del ataque: al fin y al cabo, Estados Unidos apoya regímenes igualmente poco recomendables y no hay que olvidar que las armas químicas que empleó Saddam contra Irán y en sus primeros ataques a los kurdos venían de Washington.
Sea como fuera, lo cierto es que Estados Unidos, apoyado por otros países, sobre todo Gran Bretaña, invadió Irak en 2003. De nuevo, a pesar de las bravatas de Saddam, el ejercito estadounidense tardó poco en llegar a Bagdad. En pocas horas, el gobierno de Saddam Hussein había sido derrocado.
Después de eso, Saddam logra huir y se esconde en el último reducto que le queda: Tikrit, el feudo de su familia. No aparece, a pesar de la intensa búsqueda, hasta diciembre de ese mismo año. Dos años después, tras un juicio en el que la pena ya se conocía de antemano, Saddam Hussein es condenado a muerte. El dictador, con las manos ensangrentadas después de décadas, es ahorcado el 30 de Diciembre de 2006, no sin antes intentar defenderse.

Sadam Hussein en Irak.

Sadam Hussein en Irak
Nació el 28 de abril de 1937 en Tikrit en el seno de una familia campesina parte del clan Tikriti de los musulmanes Sunnies.
Con ausencia de padre desde los 9 meses de edad, fallecido según biógrafos oficiales o, según sus detractores, a que abandonó su hogar.
Se crió en casa de su tío Jairalah Tulfah, un oficial del Ejército que había sido expulsado de las Fuerzas Armadas por participar en una conspiración pro-nazi en 1941. Creció en un ambiente dominado por un nacionalismo árabe profundamente anticolonialista.
 Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 de Nueva York, el presidente estadounidense George W. Bush incluyó a Irak, Irán y Corea del Norte en el denominado 'eje del mal'.10 Dos años después, una coalición formada por Estados Unidos, Reino Unido, Australia y otros países atacó el país, iniciando lo que se conoció como "Invasión de Irak". El 20 de marzo de 2003, tropas aliadas lanzan los primeros ataques sobre Irak: unos 40 misiles 'Tomahawk' destrozan objetivos selectivos de la capital iraquí. Son las 05.35 de la mañana. Acaba de empezar la segunda Guerra del Golfo. Apenas 20 días después, el 9 de abril, iraquíes y estadounidenses derribaban la estatua de Husein erigida en la plaza Al-Ferdaous, junto al Hotel Palestine, en pleno centro de Bagdad. Un acto simbólico -e histórico- retransmitido en directo por las cadenas de televisión a todos los rincones del planeta como testimonio de la caída del régimen de Sadam. Los motivos esgrimidos por el entonces presidente estadounidense era que Irak poseía armas de destrucción masiva y que no había colaborado con los inspectores de la ONU. Este conflicto supuso la caída del régimen de Saddam, pero esas armas no se encontraron.
El ex presidente iraquí Sadam Husein fue capturado el 14 de diciembre de 2003 por tropas estadounidenses en su ciudad natal de Tikrit.
Sadam Husein fue ahorcado en Bagdad el 30 de diciembre de 2006. El que lograra ser uno de los hombres más poderosos del mundo árabe, no pudo evitar la ejecución de la condena a pena de muerte por sus crímenes contra la humanidad.


Saddam Hussein en Irak

Hablar del gobierno en Irak en las últimas décadas es, inevitablemente, hacerlo de la trayectoria de su líder, Saddam Hussein, quien estuvo en el poder desde 1979 hasta la invasión del país árabe por los Estados Unidos y sus aliados.
Saddam, nacido en Tikrit al igual que el hombre con el que quería compararse, Saladino, héroe de los musulmanes durante las cruzadas, fue a vivir a Bagdad en plena efervescencia anticolonial, cuando los estudiantes y diversas organizaciones civiles y paramilitares se enfrentaban abiertamente al dominio británico.
Pronto, con apenas 20 años, se afilió al Parido Baas, un partido que se autodenominaba laico, socialista y panárabe. Sus actividades políticas comenzaron a tornarse más activas en 1959.
No fue hasta 1963 cuando pudo volver a Irak. Allí se había producido otro golpe militar, esta vez a manos del partido de Saddam, junto con otros grupos de parecida ideología, que había tomado el poder.
Saddam consigue entrar en la cúpula del nuevo gobierno y, desde allí, comenzó a manejar los hilos que lo llevarían hasta la presidencia. Los primeros años fueron duros para los baasistas, ya que fueron purgados de los puestos de poder y Saddam acabó en la cárcel.
Su sangrienta manera de hacer política no tarda mucho en aparecer: contra los disidentes, con purgas políticas que afectan a todos los que están en contra del régimen, y dentro del mismo partido, en el que coloca a gente de confianza, de su mismo clan, en los puestos claves. En poco tiempo se convierte en el hombre fuerte del país, aunque la Presidencia la ejerza, nominalmente, Ahmed Hassan al-Bakr.
La dimisión de al-Bakr le abre las puertas para autonombrarse Presidente de Irak, además de acumular el resto de los cargos disponibles, como Jefe del Ejercito o Secretario General del Partido.
El régimen que instaura Saddam Hussein se basa en un liderazgo personalista al máximo.
Las purgas en sus primeras semanas en el poder son constantes. Afectan tanto a opositores como a miembros del partido o del ejercito, a los que sustituye por sus propios partidarios.
En el aspecto exterior, Saddam supo jugar perfectamente, en sus primeros años, con la geopolítica mundial de la guerra fría. Así, aunque pierde el favor de Moscú al perseguir al Partido Comunista, empieza a ganar apoyos de las potencias occidentales. La Revolución iraní jugó en este aspecto a favor del dictador, ya que pudo presentarse como el dique frente al islamismo chii que representaban los ayatolah.
En 1980 Saddam lanza su primer órdago militar: invade Irán, no sin antes haber desatado una oleada de represión contra sus conciudadanos chiies (si bien es verdad que estos estaban siendo armados por Irán de cara a enfrentarse con el gobierno iraquí).
La guerra, cruenta e interminable (8 largos años), deja bien a las claras la crueldad con la que podía actuar Saddam, así como la hipocresía de occidente. El ejercito iraquí, pertrechado por las potencias occidentales, sobre todo por los Estados Unidos y Francia, intentó una guerra relámpago contra su vecino, pero la demografía de la antigua Persia, con una población muy superior, la hizo imposible.
Ni siquiera los bombardeos con armas química, vendidas por los EE.UU. Por otra parte, consigue que los Estados Unidos lo saquen de la lista de naciones que apoyaban el terrorismo y restablece las relaciones diplomáticas rotas hacía años.
Particularmente comprometida fue la visita que, en 1983, realiza Donald Rumsfeld a Bagdad, para entrevistarse con el dictador que, años después se empeñaría en derrocar y al que entonces le vendía armas químicas. Estás, además, no fueron solo utilizadas contra Irán, sino que formaron parte de la campaña contra los kurdos que emprende Saddam en 1988 y que culmina con el bombardeo con gases mostaza, sarín y otros de la localidad de Halabaj, que provocó unas 4000 bajas civiles.
A pesar de todo, Irán resiste, y se establece una especie de empate técnico: ni occidente iba a dejar de apoyar a Irak ante los Ayatolah, ni Irán caía en sus manos. Así, en 1988, agotados ambos pueblos la guerra termina, oficialmente sin vencedores ni vencidos pero con centenares de miles de muertos.
Aún así, el régimen iraquí se declaró vencedor de la contienda, un vencedor que había sufrido enormes perdidas económicas y se había endeudado hasta límites insostenibles para cualquier economía.
Por esto, Saddam volvió la mirada hacia otro lugar, Kuwait, un lugar que los iraquíes siempre habían considerado su novena provincia (no les faltaba parte de razón, ya que el emirato no era más que un ente artificial creado por las potencias coloniales y su territorio había formado parte del mismo ente durante mucho tiempo) y, por si fuera poco, un lugar repleto de lo que un pensador llamó “la maldición de los países árabes”, el petróleo.
Como antes con Irán, el dictador iraquí comenzó a preparar el terreno. Hay que tener en cuenta que Saddam pensaba, ya que hasta entonces así había sido, que los Estados Unidos no iban a enfrentarse a él (más bien al contrario) y menos por un pequeño país sin demasiada importancia.
Kuwait (que, por otra parte, había financiado generosamente la guerra contra Irán), junto con la OPEP, estaba entonces abaratando el precio del barril de petróleo a base de subir la producción. Esto le venía muy mal a los iraquíes, que sufrían, como hemos comentado, una tremenda crisis.
En 1990, Bagdad denuncia que Kuwait está sustrayendo de forma ilegal petróleo de unos pozos que amos países compartían. Más adelante, continuó con una escalada de reivindicaciones territoriales: al principio una pequeñas islas, después el emirato al completo.
Finalmente, como es bien sabido, el ejercito iraquí invade Kuwait en Agosto de 1990, logrando una rápida penetración en su territorio, hasta llegar a la capital, Kuwait City.
Sin embargo, el órdago de Saddam está vez iba a salirle muy mal. Estados Unidos enseguida exige la retirada del ejercito. Los motivos de los movimientos internacionales de esos meses se confunden en un muestrario de lo que Churchill definió como política internacional: “Gran Bretaña no tiene amigos, tiene intereses”.
Lo que parece seguro, y fue publicado por la prensa norteamericana, es que Saddam pensaba que EE.UU no iba a intervenir. De hecho, una entrevista que mantuvo con la embajadora en Bagdad, le hizo pensar que esta postura era l oficial del gobierno de Washington. La verdad sobre esa entrevista quedará oculta durante mucho tiempo, si alguna vez se conoce, pero el resultado fue que Irak se lanza a la invasión sin pensar en encontrar oposición internacional.
Como hemos señalado, el Presidente estadounidense, George Bush padre, exige de inmediato la retirada y, al no ser atendida la exigencia, comienza a aglutinar un heterogéneo grupo de países aliados. Entre ellos, y quizás sea parte de la clave en la postura de los Estados Unidos dada las relaciones entre ambos estados y entre los Bush y los Saud, Arabia Saudí, que teme que la invasión sea la antesala de un ataque a su país.
Así, pocos meses después, la Operación Escudo del Desierto se pone en marcha. La impresionante maquinaria bélica que se puso en marcha desaloja en pocas jornadas al sobrevalorado ejercito iraquí y penetra en suelo de Irak. Ninguna de las bravatas de Saddam, incluido el lanzamiento de misiles contra Israel (destruidos en su gran mayoría antes de tocar el suelo), logran que su posición en Kuwait sea más fuerte.
Los ejercitos de la coalición llegan hasta las puertas de Bagdad. Sin embargo, no llegan a entrar en la capital. Por razones poco claras, el régimen de Saddam no es derrocado. Lo único que hace Estados Unidos es alentar la rebelión de los kurdos y de los chiies, esperando que sea la oposición interior la que haga el trabajo.
Ambas facciones se quejaron más tarde amargamente de haber sido manipulados. Efectivamente, cuando se produce el levantamiento en algunas provincias y esperan apoyo desde EE.UU, estos no hacen movimiento alguno, a pesar de la reacción desproporcionada del aparato represor iraquí.
A partir de ese momento, el poderío de Saddam queda muy debilitado. Durante años, y merced a una resolución de la ONU que establece zonas de exclusión aérea para los iraquíes, los gobiernos británicos y estadounidense (que habían aprovechado para instalar bases militares permanentes en los países limítrofes a Irak, como el propio Kuwait y Arabia Saudí), bombardean regularmente posiciones militares iraquíes, debilitando aún más su ejercito. De hecho podemos considerar que la zona kurda del norte del país vivía en una cuasi-independencia desde entonces.
La situación permanece en un status quo durante años. El desarme iraquí, vigilado por la ONU, va dando pasos atrás y adelante durante toda una década. Saddam continúa con sus bravatas ocasionales y trata de darle un barniz religioso a su gobierno, recuperando incluso en su bandera el lema “Ala es el más grande”, con la esperanza de ganar el apoyo de las naciones árabes.
No fue hasta la llegada de George Bush hijo, cuando la situación dio un giro. El 11S había dejado traumatizada a la potencia mundial y después de la invasión de Afganistán, los ojos de Washington se vuelven hacia el viejo enemigo.
Las causas de la fijación en esta ocasión contra Saddam son demasiado variadas para poder ser analizadas aquí. Se ha hablado de la famosa frase de Bush afirmando “es el hombre que intentó matar a mi papa” para hacer ver que la enemistad personal había influido. Igualmente parece claro el interés de los Estados Unidos por controlar el petróleo iraquí, en una época en la que dudaba del aliado saudí.
En definitiva, sabemos lo que Estados Unidos alegó para dar su ultimátum a Saddam. En un primer momento fue su posible simpatía por los movimientos islamistas internacionales, pero esto se demostró incierto en todo momento. Igualmente, esta la famosa cuestión de las armas de destrucción masiva que supuestamente Saddam atesoraba y que lo convertían en un peligro. Como sabemos, las famosas armas no solo no aparecieron, sino que algunas de las pruebas que se presentaron eran falsas y, además, la ONU (a la que se encomendó Saddam en el último momento, destruyendo incluso los pocos misiles que le quedaban) estaba inspeccionado la zona si hallar nada.
Por último, y quizás la única realidad de lo que entonces se dijo, era la cuestión de los derechos humanos. El gobierno de Saddam fue sangriento en ese tema, las minorías (y la mayoría, esto es, los chiies) fueron aplastadas y sus ataque con armas químicas durante años fueron auténticas matanzas. Sin embargo, no parece que fuera este el motivo del ataque: al fin y al cabo, Estados Unidos apoya regímenes igualmente poco recomendables y no hay que olvidar que las armas químicas que empleó Saddam contra Irán y en sus primeros ataques a los kurdos venían de Washington.
Sea como fuera, lo cierto es que Estados Unidos, apoyado por otros países, sobre todo Gran Bretaña, invadió Irak en 2003. De nuevo, a pesar de las bravatas de Saddam, el ejercito estadounidense tardó poco en llegar a Bagdad. En pocas horas, el gobierno de Saddam Hussein había sido derrocado.
Después de eso, Saddam logra huir y se esconde en el último reducto que le queda: Tikrit, el feudo de su familia. No aparece, a pesar de la intensa búsqueda, hasta diciembre de ese mismo año. Dos años después, tras un juicio en el que la pena ya se conocía de antemano, Saddam Hussein es condenado a muerte. El dictador, con las manos ensangrentadas después de décadas, es ahorcado el 30 de Diciembre de 2006, no sin antes intentar defenderse. Había muerto el hombre que se creyó Saladino.