La aplicación de los nuevos inventos de
las máquinas en la industria textil provocó un claro empeoramiento de
las condiciones laborales de los trabajadores en la Revolución
Industrial: bajada de salarios y aumento del paro. Una máquina podía
hacer más trabajo que el que hacían los trabajadores. Así pues, no
parece extraño que los trabajadores expresaran su descontento
destruyendo la maquinaria, en una primera fase del movimiento obrero. Se
pretendía presionar a los patronos para evitar despidos, mejorar las
condiciones laborales y buscar aumentos de salario. Eric Hobsbawm
denominó a esta etapa la de la “negociación colectiva a través del
motín”. Estas acciones tenían algún grado de organización, aunque muy
rudimentario.
Los trabajadores enviaban comunicados amenazadores a los
empresarios antes de una acción violenta contra las máquinas. Siguiendo
una vieja tradición, eran firmados con el nombre de Ned Ludd, un
legendario calcetero que, supuestamente, fue el primero en romper el
bastidor de un telar. Ese es el origen del nombre de este movimiento-
ludismo- y que se refiere, por tanto, a las acciones organizadas por los
trabajadores ingleses en los últimos decenios del siglo XVIII y
primeros años del siglo XIX, contra las máquinas. Acciones parecidas se
produjeron en el resto de Europa.
La primera medida contra la destrucción
de máquinas y fábricas se dio en 1769 con una ley aprobada por el
parlamento inglés. Estos delitos serían castigados con la pena capital.
Los trabajadores elevaron protestas al parlamento para que se prohibiese
el empleo de las máquinas. Al no conseguir ninguna respuesta positiva a
sus demandas, se reanudaron las destrucciones en los primeros decenios
del siglo XIX. Como el movimiento alcanzó una enorme dimensión, el
gobierno inglés respondió con el empleo del terror. En 1812 se generó,
al respecto, un intenso debate parlamentario. Lord Byron pronunció un
discurso contra el proyecto de ley, pero de nada sirvió. La ley
castigaría con la pena de muerte, como antes, las destrucciones.
En España también se dieron
manifestaciones del fenómeno del ludismo. El primer caso registrado
aparece en Alcoy en el año 1821. Un grupo de trabajadores quemaron
telares y máquinas de hilar. Dos años después, en Camprodón, unos
obreros inutilizaron máquinas de cardar e hilar. También, están
documentados hechos en Segovia, Guadalajara, Sallent, Ávila y Tarrasa.
El ejemplo más famoso ocurrió en 1835 en
la fábrica de los Bonaplata, “El Vapor”, en Barcelona, aunque las
motivaciones de este hecho no están del todo claras, ya que pudo haber
provocación y existía un conflicto entre los patronos. En el año 1854 se
produjo un boicot por parte de los obreros de las fábricas de hilados
por el uso de las selfactinas, también en la capital catalana. Ocurrió
entre el 14 y 16 de julio y tuvo una enorme repercusión.
En España se promulgó una Orden el 24 de
junio de 1824 en la que se decía que los que realizaran estos actos
podían ser procesados y castigados como “tumultuarios”.
El término de ludismo ha terminado por
usarse de forma genérica para cualquier movimiento contrario a la
introducción de maquinaria, y, en algunos sectores, ha adquirido un
sentido peyorativo en relación con la supuesta resistencia de los
obreros a las innovaciones tecnológicas.
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