viernes, 13 de diciembre de 2013

Ludismo.



La aplicación de los nuevos inventos de las máquinas en la industria textil provocó un claro empeoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores en la Revolución Industrial: bajada de salarios y aumento del paro. Una máquina podía hacer más trabajo que el que hacían los trabajadores. Así pues, no parece extraño que los trabajadores expresaran su descontento destruyendo la maquinaria, en una primera fase del movimiento obrero. Se pretendía presionar a los patronos para evitar despidos, mejorar las condiciones laborales y buscar aumentos de salario. Eric Hobsbawm denominó a esta etapa la de la “negociación colectiva a través del motín”. Estas acciones tenían algún grado de organización, aunque muy rudimentario.

 Los trabajadores enviaban comunicados amenazadores a los empresarios antes de una acción violenta contra las máquinas. Siguiendo una vieja tradición, eran firmados con el nombre de Ned Ludd, un legendario calcetero que, supuestamente, fue el primero en romper el bastidor de un telar. Ese es el origen del nombre de este movimiento- ludismo- y que se refiere, por tanto, a las acciones organizadas por los trabajadores ingleses en los últimos decenios del siglo XVIII y primeros años del siglo XIX, contra las máquinas. Acciones parecidas se produjeron en el resto de Europa.

La primera medida contra la destrucción de máquinas y fábricas se dio en 1769 con una ley aprobada por el parlamento inglés. Estos delitos serían castigados con la pena capital. Los trabajadores elevaron protestas al parlamento para que se prohibiese el empleo de las máquinas. Al no conseguir ninguna respuesta positiva a sus demandas, se reanudaron las destrucciones en los primeros decenios del siglo XIX. Como el movimiento alcanzó una enorme dimensión, el gobierno inglés respondió con el empleo del terror. En 1812 se generó, al respecto, un intenso debate parlamentario. Lord Byron pronunció un discurso contra el proyecto de ley, pero de nada sirvió. La ley castigaría con la pena de muerte, como antes, las destrucciones.

En España también se dieron manifestaciones del fenómeno del ludismo. El primer caso registrado aparece en Alcoy en el año 1821. Un grupo de trabajadores quemaron telares y máquinas de hilar. Dos años después, en Camprodón, unos obreros inutilizaron máquinas de cardar e hilar. También, están documentados hechos en Segovia, Guadalajara, Sallent, Ávila y Tarrasa.
El ejemplo más famoso ocurrió en 1835 en la fábrica de los Bonaplata, “El Vapor”, en Barcelona, aunque las motivaciones de este hecho no están del todo claras, ya que pudo haber provocación y existía un conflicto entre los patronos. En el año 1854 se produjo un boicot por parte de los obreros de las fábricas de hilados por el uso de las selfactinas, también en la capital catalana. Ocurrió entre el 14 y 16 de julio y tuvo una enorme repercusión.

En España se promulgó una Orden el 24 de junio de 1824 en la que se decía que los que realizaran estos actos podían ser procesados y castigados como “tumultuarios”.
El término de ludismo ha terminado por usarse de forma genérica para cualquier movimiento contrario a la introducción de maquinaria, y, en algunos sectores, ha adquirido un sentido peyorativo en relación con la supuesta resistencia de los obreros a las innovaciones tecnológicas. 



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